Creí
que eran flores,
rosas,
lo que traías en tus manos,
lo que traías en tus manos,
una
ofrenda de aquella que nos hace,
queriendo
ser perfume entre requiebros,
condescendiente
, Mayo.
Creí
que eran flores
con las
que ir tejiendo un primoroso
tapiz
de complacencia y suavidades
que
sobre la dureza de la vida
procurase
blandura a nuestros pasos .
Creí
que eran flores y eran solo
presagios
escarlatas
que
auguraban , angor sobre la noche,
la
huella de un latido ensangrentado.
Creí
que eran versos,
besos
hechos palabra,
lo que
había
temblándote
en los labios
dispuestos
a decirse
a
riesgo de dejarte,
hermoso
en tu descuido,
delante
de mis ojos desnudo y desarmado.
Creí
que eran versos,
pero
eran
lo que
te supuraban los resabios
de las
historias viejas,
corrosivos
surtidores
de agravios.
Creí
que era amor
aquello
que latía en tu costado,
un
corazón en ascuas apurándose
por
entregarse en toda
su
pasión indefensa e imprudente
a otro
corazón apasionado.
Creí
que era amor
y era
el deseo haciéndose un voraz
incendio
a flor de carne ,
vehemente
delirio arrebatado.
De
creencias así ,sin fundamento,
dicen
que está empedrado
el infierno en que arden hasta que son ceniza
las
pobres almas crédulas
de los
desavisados.
Que,
por creer, creyeron
tan
neciamente un día estar enamorados.
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