Canto,
canto a pleno pulmón.
Como un mirlo poseso
que tuviese una espina clavada en la garganta
y a gorjeos quisiese liberarse
de su agresión,
de su agresión,
desesperadamente,
a todas horas canto a voz en grito,
sacando así de quicio a los perros y gatos
de nuestra vecindad
y haciendo estremecerse los cristales.
Canto por no escuchar
de qué manera aulla el dolor en mis venas.
Por no tener que oír
el silencio tan hosco que deviene
detrás de las catástrofes.
Después de que se quiebra poco a poco
la pena y sin canciones ni pretexto
para justificar otro latido
se queda el corazón.
para justificar otro latido
se queda el corazón.
Canto por no llorar.
Canto para acallar las ganas locas
que siento muchas veces de morirme.
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