lunes, 11 de julio de 2016

Estación agostada



Nada ha cambiado, 
sigue siendo  el cielo
un océano azul que se regala
inmenso a nuestros ojos, deslumbrándolos
con su simplicidad y revelándoles
la exacta dimensión de la belleza.

Y el prado sigue estando, como siempre,
salpicado de aromas y dispuesto
a acoger nuestro peso y a dejarnos
probar cuánto esplendor cabe en su  hierba.

Cuánta pasión anónima,
 dispuesta a  ver la luz y a redimirse
se esconde ilusionada en nuestra piel.

Cuántos cansancios
soportan sin quebrarse nuestros huesos.

*****

Seguro que resulta todavía
 esta ocasión amena para muchos.

E incluso  la perfecta para alguien.

Pero no para mí.

Siento una vaga
opresión  sobre al aire que disuade
de la celebración.

 Algo me dice
que  mi tiempo pasó, que ya no hay huecos
en mi carnet de baile y solo quedan
apenas esos últimos compases  
alegres de mi música.

Que solo soy un pétalo  que finge
que  danza mientras tiembla.

Una aprensión que intuye
que en la bancarrota de su carne  germina  y se hace fuerte
la estación agostada

*****
Sobre la brisa flota
un  nosequé inquietante que recuerda
el aliento  herrumbroso de Diciembre.

Todo me invita ser aceptación
ascética y prudente, a regresar
allí dónde no llegan los rumores
agitados del mundo
y  a mirar hacia adentro.

A ver únicamente lo que importa.

Que he sido feliz 
  a ratos,como tantos,
y como tantos otros, comúnmente
me he sentido frágil, 
perdida, vulnerable, desdichada.

Que soy afortunada por vivirlo
y por reconocerlo.

Por sentir 
el  apremiante impulso de mostrarme
 profunda y totalmente agradecida,
de contarlo y cantarlo 
con toda vehemencia verso a verso,
antes de que la voz me desdibujen
los vahos de la escarcha

Y solo encuentre auténtico   placer en  habitar
la estación  en que medran,
definitivamente,
 los silencios.



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