Gratas noches de Agosto
en
las que las estrellas patinan en lo alto
y
obligan a los ojos a seguir sus efímeras,
elegantes
estelas plateadas
y
a formular deseos.
Sería
tan sencillo
dejarse
conquistar por el embrujo
ingrávido
y sutil que esparcen sobre el aire
los
fragantes jazmines...
Pero
hay de antiguo un algo
que
me incordia en el pecho.
Una
voz invisible
que
dicta al corazón que impregne su latido
de
verdad,
de
entereza.
De
congoja.
¿Qué
importa si se rompe así el encanto?
La paz es desde siempre
un
lapsus transitorio.
La
tregua imprescindible
donde
acopiar la fuerza y las excusas
para
seguir luchando.
Un
espejismo
que la vida hace amable
y
digna de vivirse entre dos guerras.
****
Ese
lago profundo
de
aguas trasparentes , joyel de la montaña
donde
el cielo se mira y las aves reposan,
parece
tan sereno....
Pero
tú bien lo sabes ,
ocultos
en el fondo
hay
monstruos acechantes que medran en silencio
y
esperan su ocasión.
Pobres
de los confiados
que
prefieren no ver cómo mengua la Luna.
Que
antes o después
a
todos nos espera un tiempo sin templanza.
Terriblemente
oscuro.
O
bendita tal vez esa ceguera
que
les deja gozar
de
todas las sorpresas fascinantes
que
les depara Agosto.
De
toda su hermosura
aunque
sea ilusoria.
Quién
quiere ser sensato
cuando
el presente exulta y es un deslumbramiento
que
embauca a los sentidos.
Qué
dulce que resulta abandonarse
al
albur del azar sin más cautelas,
mientras
el mundo gira
y
la luz se desangra alrededor.
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