Hace ya tiempo que en mi jardín se adensan
las hilachas de bruma,
Ha perdido la hierba su frescor
y en el rosal no anida el verderón de siempre.
¿Qué fue de aquellos trinos incendiados
que supieron poner banda sonora
a todos los veranos que vivimos
despreocupadamente,
creyéndolos eternos?
¿Qué ha sido de mis flores tan fragantes?
No es lo más penoso
el que ya no consiga recordar
el color de las lilas
Es que tampoco sé
cómo era su aroma...
Está todo sumido
en un silencio opaco que satura
de aprensiones el aire.
Un sosiego del ruido
tan acre y opresor que se diría
que en todos sus rincones se aposenta
un angustioso olor a camposanto.
Ya ni siquiera queda
el consuelo del sauce
para prestar su sombra al desolado
paisaje abrumador,
para llorar
con sus verdes sollozos por la ruina
En esta tierra triste y agostada,
cubierta de cenizas del ayer,
es inútil sembrar más ilusiones.
Sobre su lecho exánime
solo puede medrar la soledad.
Y acaso algunos cuantos
sobrios y taciturnos crisantemos.
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