sábado, 3 de septiembre de 2016

El jardín en invierno




Hace ya tiempo que en mi jardín se adensan
las hilachas de bruma,

Ha perdido la hierba su frescor
  y en el rosal no anida el verderón de siempre.

¿Qué fue de aquellos trinos incendiados
 que supieron poner banda sonora
 a todos los veranos que vivimos
despreocupadamente,
creyéndolos eternos?

¿Qué ha sido de mis flores tan  fragantes?

No es lo más penoso
el que ya  no consiga recordar
el color de las lilas

Es que tampoco sé
cómo era  su aroma...

Está todo sumido
 en  un silencio opaco que satura
 de  aprensiones el aire.

Un sosiego del ruido
tan acre y opresor  que se diría
que   en todos sus rincones se aposenta 
un angustioso olor a camposanto.

Ya ni siquiera  queda 
 el consuelo del sauce
para prestar su sombra   al desolado
paisaje abrumador,
para llorar
con sus verdes sollozos por la ruina

En esta tierra  triste y  agostada,
cubierta de cenizas del ayer,
es inútil sembrar  más ilusiones.

Sobre su lecho exánime
solo puede medrar  la soledad.

Y acaso algunos cuantos 
sobrios y   taciturnos crisantemos. 

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