Siempre
pensé que no podía huir.
Que una
telaraña imperceptible
-ya
sabéis, eres tú y tus circunstancias-
me
atrapaba aquí abajo
aunque
el aire pidiese
a
gritos que volase
Luego
llegó la etapa del cinismo,
del !
Total para qué????
Si el
cielo no existía,
o no
era tan azul,
o dónde
iba sin alas...
… o
era un lunes sin sol.
Hoy ya
no tengo edad
de
andarme por las ramas mareando perdices.
Hoy sé
que la
verdad es siempre muy jodida.
Que
inmenso e inquietante,
mordaz
con el que pierde el equilibrio,
cruel
con el que cae y sin clemencia
con lo
que huele a sangre derramada
y a
debilidad,
pero
espléndido al tiempo en posibilidades
con
quien apuesta fuerte
el
mundo está ahí.
Y yo
aquí dentro...,
ajena
enmarasmada
en mi
propia quietud
y
convencida
de que,
de haber montaña, ha de llegarse
hasta
este lugar .
Donde
la calma es
el
mandamiento décimo primero.
Donde
nada te escinde,
donde
nada te abrasa ni te hiela ,
Donde
nada es tormento ni prodigio,
donde
nada te turba,
donde
nada te inquieta porque no existe nada
que
perder ni ganar.
Donde
solo se mueven a gusto los lisiados.
Y - ¿ por qué no decirlo?-
los cobardes.
Y - ¿ por qué no decirlo?-
los cobardes.
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