lunes, 10 de octubre de 2016

Rituales



Ha llegado la hora nuevamente
de enfrentarse a la sórdina rutina
que acompaña a la noche.


Dedicarse,
a falta de un tic tac que marque el ritmo
del lento desfilar de los minutos,
a escuchar el sonido tempestuoso
del propio corazón .


Ese nidal vacío
poblado de carencias,
que se exprime
su último aleteo,
un estertor exangüe, que derrama
sobre el sosiego , quebrando su tersura
con su runrún quejoso.


Hoy siente que no tiene
razón para latir si no escucharse
a sí mismo
y obviar
los rumores que pueblan la penumbra
con las voces de ayer y nos erizan
de recuerdos cortantes la dermis del silencio.


Solo queda esperar
que al Sol no se le olvide salir por el Oriente.


Aun conociendo qué acerado y áspero
suele ser su fulgor para los ojos
resecos de llorar.


Aunque alcance a afligirnos con su revelación
sobre nuestra miseria irremediable,
la luz es siempre luz.


Y verla un día más es lo que importa.











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