Ahora,
que
vamos caminando, rodeados de bruma
con
las manos vacías y el corazón cansado
hacia
un lucero opaco que se extingue,
la duda
nos asalta .
¿Será
verdad
que un
día se cumplió aquello que en las noches
del
estío soñábamos mirando a las estrellas
o ha
sido solo un sueño?
Pero
entonces
cómo
es que nos queda este regusto
amargo
de nostalgia,
esta
punzante
sensación
de carencia sobre el pecho.
Las
flores fueron flores y encendían
nuestras
pieles sus lúdicos aromas
y el
cielo nos miró con complacencia.
Y
supimos
lo que
era el amor.
Ahora,
que
vagamos perdidos, sin un astro
que
guíe nuestros pasos por la mitad del Valle
de las
Tribulaciones
y es una obligación recuperar
y es una obligación recuperar
cualquier remoto atisbo
de fulgor espectral que nos alumbre .
¿Qué
nos puede salvar de la desesperanza
sino
cerrar los ojos y creerlo?
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