Hubo
otros días , sí ,
de
angor más afilado.
Días
en que la luz se me volvía
delicuescente
agravio, tajadura
de
esquirlas de cristal sobre los ojos ,
en los
que el aire se declaraba en huelga
hasta
que respirar era un tormento.
Días
de hierro ardiente
sobre la carne viva y desollada
en los
que cada hora
valía
por un siglo.
Pero al
menos entonces, por fortuna, tenía
la vida
enfrente,
todo
un desafío
contra
el que resistirse con firmeza,
Son
estos días casi benévolos de ahora
desarmados
,
apáticos
austeros,
sin
color , sin rigor y sin fisuras
los que
me están ganado la batalla.
Contra
el peso invisible de su yugo
no hay
modo de gritar y rebelarse.
Siento
que su atonía nebulosa
con suavidad me atrapa.
Rehén
de su marasmo,
sé
que lánguidamente iré desdibujándome.
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