Vivo
tan
sólo porque aliento la quimera
de que
" El Dorado " existe.
Que hay
uno fabricado a la medida
de cada
uno
y que
está el mío
fundado
sobre un verbo creador.
Me
embeleso
siguiendo
el rastro esa palabra virgen
que
nunca nadie oyó
-quizás
nunca se dijo
pues
nadie como yo la idolatraba-
El
vocablo innombrable
de
dicción imposible,
!
Abracadabra!
!
Abretesésamo!,
ante el
que Jericó se desmorone
y los
velos se rasguen,
trascendiendo
la luz.
A veces
la presiento,
burlándose
de mí a mis espaldas,
agazapada,
pícara,
sutil
guiño entrevisto
en el
brillo que vuelven los espejos.
cuando
se pone el Sol
Brasas
los ojos, lúcidos,
penetrando
los tules del insomnio,
hay
noches en las que creo adivinarla,
felina,
deslizándose,
sobre
el filo impreciso entre vigilia y sueño,
como
un rumor de gotas de agua que flirtean
sobre
la superficie del cristal.
Luego
me duermo al fin
y al
despertar al alba la he olvidado
como
siempre se olvidan,
-pura
supervivencia-
insufribles
extremos de gozo o de dolor.
Regresa
el día y vuelvo yo a buscarla.
Y
vuelvo así a tener
la
imprescindible excusa razonable
para
seguir viviendo
en un
mundo de herrumbre y hojalata .
Sin
odiar demasiado las absurdas
liturgias de grisura sempiterna
a que
obliga la vida alrededor.
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