Supiste
alimentarla
con las
palabras puras que nacían
de
sentires oscuros,
con la
música ardiente y luminosa
que
imitaba el rumor de tu latido.
Ahora
no la apures.
No agotes esos últimos
destellos
de la lámpara
mágica
y milenaria que te habita,
Aunque
el viento te apague la candela ,
deja
dentro de ti
la
memoria del brillo.
Y el
rescoldo
de su
buenaventura titilando
en tu
carne rendida a la evidencia
de los
primeros pasos del invierno .
A tu
esperanza inerme,
solo su
devoción puede salvarla
de los
mordiscos ávidos del frío.
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