Siempre
llueve
dentro de mí.
Siempre
me invade
la
vaga sensación de haber nacido
para
habitar en cumbres borrascosas.
Detrás
del cristalino
se
deslizan, con esa mansedumbre
que
da la aceptación,
regueros
que dibujan una cartografía
de
afligidos paisajes .
Los
ojos se me inundan de tristezas.
Mi
alma es ese campo
de
trigo ya en sazón, a la que rondan
tantos
y tan fogosos temporales
como
amapolas tiene.
Solo
pido que escampe
antes
de que diluvien los guijarros
Antes
de que perezca
ese
pájaro chico, de plumas ya empapadas,
que
tirita en la jaula en que malvive
sin
querer escapar.
De
sobra sabe
que
sin su canto se impondrá el reinado
de
la lluvia a deshora.
Y
que el ancho páramo del pecho
lo
poblará un rumor desangelado
de
infinita orfandad omnipresente.
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