Regresa
tras sus huellas
-es tan
fácil seguirnos las pistas carmesíes-
lo
rezagado.
Aquello
que creía
que
se había quedado para siempre
enredado
en las zarzas del camino.
O
quizás sigue el rastro de candor
que
sobre el cielo dejan las cigüeñas.
Nuevamente
me toman
la
cabeza al asalto los jilgueros
y
siento que la música
forma
parte de mí y que puedo sentirla
fluyéndome
por dentro.
En la
sangre me bulle
un
avispero de aguijones lúdicos
que el
corazón me siembra de nostalgias
y la
carne de urgencias.
Y de
pronto me siento
el
cuerpo tan vacío
y el
alma tan reseca y tan dispuesta
a
dejarse llenar.
Y a
vaciarse.
Y tu nombre me viene
sin querer a la boca.
Y tu nombre me viene
sin querer a la boca.
Y sueño
que tu voz llega de lejos
trayéndome
el arrullo de la lluvia
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