Yo ya
no quiero hoy hablar de lo que siente
mi
necio corazón, que escancia su cadencia
desbaratada
y frágil sobre la indiferencia
de un
sordo impenitente.
Ni
quiero regalarte más tiempo los oídos
con su
temblor de pájaro, del aire confitura,
no sea
que terminen siendo la droga dura
del
tuyo sus latidos.
Ahora
acepta el reto,
desvélate
y acierta en qué pliegues brumosos
de los
silencios guardo mi voz , hecha secreto.
Y luego
, sin desmayo,
devotamente
espúlgalos con gestos amorosos
hasta
que en un suspiro te cuenten lo que callo.
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