lunes, 26 de junio de 2017

Irremediable pérdida


El sauce ya no tiende 
su verdor sollozante sobre nuestras cabezas ,
las golondrinas andan extraviadas
porque ya no recuerdan la ruta hacia su nido,
en el jardín la fuente
es un silencio absorto
y las salvias dormitan y nos niegan su olor.

Las cosas,
esas pequeñas cosas,
capaces de esparcir sobre la insulsa
sustancia de la vida
su deliciosa pizca de canela,
su gota de ambrosía inestimable
su pellizco de anís,
poco a poco han ido desvistiéndose
de brillo y ardedura ,
de armonía, de gracia y de frescor.

Y ahora...
¿dónde hallarán los días indistintos
la chispa necesaria que los salve
del tedio y la rutina?

No es porque ha pasado
el tiempo de las mieses
con sus  noches cuajadas de luciérnagas,
ni porque ya no sienta la tersura
del tacto de la hierba acharolada
por la bendita la lluvia
por lo que ya no canta el verderón.

Calla porque que presiente
que en este suma y sigue que conforma
la cuenta de las pérdidas
hay una más sutil e irrevocable.

Calla porque ha olvidado
por qué cantaba antes con tanta vehemencia.











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