martes, 11 de julio de 2017

Helena


Yo sé que no pediste
ese don tan estéril,
ni esa vida
que pasó rutilante , hiriendo el cielo
con su esplendor efímero de estrella que agoniza
y quedó dibujada
sobre la eternidad
con un trazo cruento de tragedia
y de fascinación

Si no hubieses nacido,,
bajo una conjunción astral gentil y amable
quizás sobre tu frente alabastrina
no quedase en la noches ,perdido y abrumado,
un destello de Luna
ni en tus ojos
se quedasen nadando los luceros
como sin fuesen peces
que juegan a esconderse entre los tornasoles
de un estanque de ensueño adivinado.

Si no hubiese atendido
el destino el mandato de un dios benevolente,
acaso no tuviese tu cadera
esa curva precisa,
tu pecho ese relieve palpitante,
tu cintura
esa virtud de ser igual que un junco
en su breve cimbreo .

Ni tampoco
se hubiese reducido tu existencia
a un constante escrutinio
de miradas que miden
que comparan,
de miradas que juzgan,
que envidian,
que desnudan...
que envilecen
la perfección que anhelan.

Tú nunca deseaste sentirte deseada
por reyes ni por príncipes,
ni ser sin proponértelo la necesaria excusa
conque justificar una contienda urdida
de egos y cuadales,
ni tener que sentir sobre tu espalda
el peso intolerable de los duelos
con que las madres lloran a sus hijos.

Ni ser la socorrida
musa a la que se agarran en las noches insomnes
los poetas que andan a dos velas
de inspiración
y a cinco
tragos largos de wisky ,
ni el último recurso de cualquier guionista
de una telenovela.

Ni pasar a la historia...

Si por ti hubiese sido
toda tu biografía se hubiera reducido
a un sencillo epitafio,
cuatro versos sentidos que contaran
lo poco imprescindible:

Que allí descansa una mujer sencilla
que amó
y a la que amaron ,
que supo lo que era
envejecer feliz junto a los suyos,
que jamás dio ocasión
de sembrar una mínima congoja por el mundo,
por la que nunca
se derramó una gota
de sangre
ni una lágrima.

Yo sé que no pediste
ese don tan estéril y tan infortunado.

A través de los tiempos, mi compasión te brindo
oh, Helena desdichada,
cuya mayor desgracia fue nacer tan hermosa.


Y no traer en cambio un corazón de piedra.

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