Al
principio fue el negro.
Un
negro sobre negro sin angustia,
tapizado
de plácido sosiego,
medrando
palpitante, esperanzado
en que
la claridad se le revele
como un
milagro amable.
Y
entonces la luz
irrumpió
y se adueñó de nuestro espacio
Con
ella llegó el tiempo
del
engaño de todos los colores.
Luego
será la hora
del
negro sobre negro sin fisuras
Una
premonición de oscuridad
se
clava con inquina en nuestros ojos
hasta
que nos obliga a recordar que somos
agua y
polvo de estrellas.
Un
cóctel sensitivo capaz de adolecerse.
Habrá
que acostumbrarse
a
transitar a tientas el futuro.
Dios
sabe qué texturas
trufadas
de misterios y sorpresas
nos
estará aguardando
en el
vientre incoloro de la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario