Ahora
lo sensato
es
observar sin mucha pesadumbre
como
se va agostando la memoria
definitivamente.
Dejar
que los recuerdos se deshojen
como
flores de almendro
que
rinden con sosiego su tributo
de
virginales pétalos, que se entregan sumisos
al
festín de la vida,
Decidirse
abrazarse a lo que toca,
este
volver a ser sin amargores
la
página marchita,
casi en
blanco,
en
donde nadie ya reescribirá
tu
melodrama anónimo.
Y
esperar que no no duelan
ni se
noten de lejos demasiado
las
trasparentes huellas de las lágrimas.
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