Acaso
me
equivoqué de oficio.
Dotada
como estoy
para
entregarme a fondo a todo aquello
que sea poco práctico
quizás hubiera debido
dedicarme
a
ser equilibrista,
a
dar el espectáculo gratuito
de
columpiarme sobre la cuerda floja
de
mis contradicciones.
O
a ser afinadora de los cañaverales,
profesora
de canto de los pájaros,
sexadora
de ángeles , pastora
de
sueños desvelados,flautista
de
Hamelín que convoca y ahoga en el río
mil
presagios oscuros .
Instructora
de vuelo de vilanos...
….
pirómana,
bombera
especialista
en encender pasiones
y
en apagar, a base de suspiros,
sin
demasiado estrago ,los destellos
de
fuegos fatuos que la ilusión enciende.
Estoy
cansada de ser taxidermista
de
emociones ,
de
hurgar
como un cuervo en mis
vísceras vaciando
sus
íntimos humores, de exprimir
hasta
el último adarme de su esencia,
así me cueste lágrimas
,
de
hacer de cada gota de su sangre
una
gema granate que refulja
si
con ello consigo
dotarlas
de una pizca de esplendor.
De
vivir rodeada de cadáveres
armados con palabras ,
palabras y palabras...
De
fingir
que
porque ellas ahora solo son
disecadas bellezas que no
sienten ,
cada
trozo de mí en el que un día
nacieron
a mordiscos
no nota ya dolor.
Es
un oficio poco glamuroso
este
de ser poeta.
Nadie , nunca jamás,
que
esté en su sano juicio sin más lo elegiría.
Pero
es que no hay opción de rebelarse.
Serlo
o no serlo.
Esa
es,
por suerte o desdicha, la cuestión.
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