viernes, 8 de diciembre de 2017

Y yo las vi caer





Las flores del almendro
blancas y diminutas,
fueron las que aceptaron las primeras
sin rechistar su sino.

Y yo las vi caer,
aunque no supe
interpretar que a todos incumbía
aquella decadencia.

Y no me estremecí.

Vivía descuidada
de cualquier circunstancia que no fuese
sentir dentro de mí, incontenible,
un deflagrar vital de primavera.

Luego fueron los pétalos
de las rosas tempranas lo que hubieron
de plegarse a la suerte que les cupo.

Sucio raso marchito,
alfombraron mis pasos mientras iba
de flor en flor, buscando algún aroma
en el que recalar y embelesarme
por tantas rosaledas

Y no tuve
ni siquiera una lágrima extraviada
para llorar por ellos.


Después fueron la hojas ,
que ayer verdes,
me prestaron su sombra cuando deambulaba
por frondosas veredas, persiguiendo
los últimos destellos de un tibio Sol de Otoño ,
las que fueron cayendo ,convertidas
en un ocre rumor amortajado
de amigos que se marchan para siempre .

Hoy le pido a la Luna
que su luz que agoniza en su cuarto menguante
le recuerde a la savia desahuciada
y a mi sangre caduca que existen las mareas.

Soy otro pobre ser que sobrevive
replegado en sí mismo.

Inventándose fábulas
de tierras prometidas

Recelando del tiempo,
descontando minutos.

Macerando sus penas
en los posos que guarda todavía
de paz al corazón.

Disimulando
cómo le va creciendo y lo devora,
arrollador, el miedo



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