En los últimos tiempos de la boca me brotan
solo
versos oscuros.
Como
escritos por alguien
que
con el verbo frío
y
con el desencanto prendido en el acento
disecciona
el presente,
quizás
porque ha perdido el destello piadoso
que
a la pupila suele prestarle la ilusión.
Eso
lo que hacen con nosotros los años,
poco
a poco nos vuelven
la mirada sombría
y en los labios dibujan
un gesto de cinismo.
Ese
es el peligro que se corre
al
mirar hacia atrás y ver que apenas somos
una
sombra de aquello que soñábamos ser.
Por
una u otra causa
casi
todos nosotros estamos condenados
a
ser la la más sangrante
y
la mayor de nuestras decepciones .
A
los veinte creíamos
que
el mundo era un cruasán a la medida
de
la vitalidad de nuestros dientes,
a
los cuarenta fuimos conformándonos
con
escapar indemnes de sus fauces de acero.
A
los sesenta sabes
que debes celebrar la carambola
que
obsequia cada día,
porque
esa peripecia,
con
lo bueno o lo malo que pueda depararnos ,
es
el único lujo posible que nos queda.
Aunque
duela en los ojos y en el alma se incruste
ese
brillo velado de herrumbrosa quincalla .