martes, 24 de abril de 2018

Estatuaria


Ni los hielos la inmutan,
ni la lluvia desgata su alabastro,
ni los vientos consiguen despeinarla.

Pero no permitáis que os engañe
el porte pétreo
y el gesto inalterable de la estatua.

Tan solo es que ha tenido que adaptarse
por fuerza a la intemperie.

Pero ahí, en su pecho,
guarda un nido
donde en silencio medran mil crisálidas.

Esperan dormitando
que el clima lo permita,
y una tibieza en el ambiente invite
a dejar la clausura
para entregarle al aire el colorido
alegre de sus alas.

Nunca nadie sabrá
de dónde vino ese jubiloso
deflagrar festivo.

Y es que a la piedra sobria
nunca se le dio bien publicitarse
ni ponerse laureles.

Es un secreto más
de los que ,dicho a voces,
se pierde y se acalla
 entre el tropel de estrépitos que nos regala el mundo

De los que solo intuyen
los que buscan la esencia que  sospechan
que atesoran  las cosas

Los que son más sensibles,
los que miran
con los ojos del alma.

Los que ven que las piedras
tiritan cuando sienten
posarse sobre ellas  una mirada cálida.







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