Siempre
has estado ahí
como
una sombra
bienhechora
y sutil que tutelaba
mi vida
con el más infatigable
entregado
y leal de los desvelos.
En la
quietud amable con que se rinde el día,
en el
filo limítrofe entre vigilia y sueño,
noto
como me envuelven, con mimo, sin rozarme,
tal y
cómo se arropa a un niño indefenso
en
aterciopeladas suavidades de pluma,
en
exquisitas blondas artesanas
tejidas
con esencias de fervor y de besos .
Es
ternura infinita
e
inagotable amor lo que me abriga
y
siento que mi cuerpo
es un
jardín sin flores que unas manos se afanan
en
recubrir de pétalos.
Hay un ángel,
lo sé,
lo sé,
capaz
de abandonar por mí su cielo
para
adornar mi frente con hermosas guirnaldas
de
azahares y almendros,
y velarme
como a
su bienamada mientras duermo.
Y ya en
la madrugada,
cuando
con un febril escalofrío
inesperadamente
me despierto
toda la
estancia tiembla
y el
aire se enajena ,como un enamorado,
en un
largo suspiro
perfumado
de incienso.
Y
entre las suavidades del alba que me llama
tu
añorada presencia luminosa
de
nuevo la presiento.
Sigues
estando ahí,
donde
es preciso
halo en
la oscuridad, rumor de brisa
que
doblega los más arduos silencios
y
amansa soledades.
Que
habrás de estar ahí,
igual
que siempre,
mientras
a mí me quede una brizna de aliento
y a tu
alma el más mínimo corpúsculo
de
inmortalidad que consumir
es mí
certeza única ,
dulcísima
,
alegre,
alentadora.
El
único consuelo invulnerable
que en
medio de mis noches desoladas
puedo
decir ,por suerte, que todavía tengo